Tipologías sostenibles aspiran a ser tanto un edificio que supera las 30 plantas y se resuelve con acero y muros cortina como una vivienda unifamiliar construida en madera y con un porcentaje mínimo de huecos. ¿Pero tienen algo en común? Ambas edificaciones pueden conseguir el mayor rango de la etiqueta de certificación ambiental (UNE-EN ISO 14006, LEED, BREEAM, HQE,…) elegida para nuestro caso, resultando ser una edificación sostenible.
Crean desconcierto estos casos en los que no es fácil de asimilar que, tipologías edificatorias y constructivas tan antagónicas se definan del mismo modo.
Por una parte, se defiende como referencia para las tipologías sostenibles la mínima ocupación del suelo. Es un método para no agotar este recurso limitado, por lo que la construcción en altura con una gran densidad sería lo más aconsejable. Por otra parte, siguiendo la creencia de que la construcción de torres es algo abominable que destruye el entorno y el equilibrio medioambiental, las construcciones de baja densidad serían la tipología más sostenible.
Sin embargo, el primer caso de construcciones en altura están normalmente asociados al uso de unos materiales (acero, hormigón,…) que parecen poco sostenibles y no encajan en el prototipo de construcción sostenible que guardamos en la mente. Así hay que decir que los aspectos clave de la sostenibilidad son el equilibrio entre los parámetros (energía embebida de los materiales, emisiones de CO2, consumo de energía final, demanda energética, uso de energías renovables, confort interior,…) y la vida útil. Para la elección de los materiales no hay que revisar tan sólo su energía incorporada sino que también la función que cumplen en el edificio, la durabilidad y su reciclabilidad. Puede que la selección de un material específico que tenga un alto contenido de energía embebida sea sostenible, gracias a que el sistema que define reduce la demanda de energía en la fase de uso de forma significativa. Este es el caso de los huecos en fachada (carpinterías) que usados dentro de un sistema de invernaderos orientados al sur, pueden reducir la demanda en calefacción de un edificio gracias al aprovechamiento de la radiación solar directa. Por lo tanto, es claro que la utilización de esos materiales no es lo que conlleva la calificación de la auditoría, sino otro tipo de medidas que se tienen en cuenta a lo largo de la vida útil del edificio, como el consumo energético, la reutilización de elementos, el consumo de agua,…
Existe la tendencia de simplificar y aislar conceptos, quizás porque resulta más fácil asimilar la información de este modo. Lo deseable sería poder mejorar la ciudad a través de todo tipo de construcciones, teniendo como criterio la sostenibilidad. Actualmente gracias a la cantidad de parámetros por los que se regula la sostenibilidad podemos desarrollar diversas tipologías sostenibles. Más allá de tendencias, el desarrollo sostenible debe ser un instrumento para mejorar la calidad de la arquitectura y el urbanismo.
Pilar Saiz Coria